Me llevé la paradoja de nuestros desajustados horarios...
manteníamos sexo y raza como avenida principal;
sangraban mis labios.
Nunca entendí los abandonos matinales,
supuse que el sol realmente pisa ante la brasa como su guarida.
Mi tacto en el hambre, mi lengua en tu fragancia...
y en la simbiosis de todo,
el dragón nunca escupió tal fuego...
un príncipe prófugo y una princesa sin identidad.
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