jueves, 1 de diciembre de 2016

Me obligo a no creer.

Quiero no creer en que todo pasará...si eso sucede, -¿de qué me habrá servido entonces?-
Este pensamiento autómata de enterrar los hechos, por finalizar lo que se asume como desperdicio...pero siempre me nombré como inconformista, como quién persevera en aniquilar druidas.
Es cierto que cuesta ceder el comentario a una mirada desconocida, pero si al fin y al cabo quien observa se titula "ayuda" habrá que hablar por los codos entonces, aunque lágrimas se estén pariendo las unas a las otras y lo sangrante siga intacto.
El vehículo nunca volverá a ser vehículo; será esa construcción hirviente por donde bajar la ventanilla y por la que alguien te destruya... te rajarán las telas, te escupirán el alma... y únicamente podrás incorporarte para vomitar toda la violación que con eso escuece.
(Hablando claro, te romperán la ropa a fuerza de amenazas y prófugos insultos y la desecharán con el coche en marcha, como si de palomas extinguidas se tratase...y tú, tú te quedarás desnuda ante él y ante la vida...no se compara con volver a nacer; esta desnudez ahorca y la soga cada vez se siente más cerca)
Hemos perdido tantas bragas, tantas lunas, tantos billetes, tanto tiempo, tanta culpabilidad, tan poca hombría... Ahora el paso se marca a golpes de dispositivos telemáticos no vaya a ser que el agresor ande cerca; pero -¿y la siniestralidad del impacto? eso no se persigue, eso se sufre, no se entierra y por el momento, en lo más interno, se solidifica, se condensa.
Cuando el esperma aún destroza y golpea a tientas.


2 comentarios:

  1. Estremecedor.
    Ojalá ese impacto siniestro se vaya difuminando y dejando una rendija por donde algún día pueda colarse un rayo de luz.
    Ya sé que decir que el tiempo pasa rápido es absurdo.De hecho a mí me lo dicen y me entra por una oreja y me sale por la otra.
    Qué nos guardará la vida? veremos...

    Ánimo y un besazo.

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  2. Pocas veces nos paramos a reconocer en la "nocturnidad de la masculinidad" el vehículo del terror... Tal vez, incluso, nuestras palabras violen insensatamente prodigando un daño.

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