Se queja este dolor de tanta altura,
carecían,
se quejaba la apatía
en tu arrogancia por imprudente,
el temblor de un nunca amor sudoroso e impertinente,
y las voces a veces mudas que fulminan,
ardían...
La tristeza que no entierro cuando es mía,
Y se siente reflejada en tu nombre,
porque dejaste caminar las huellas,
del más falso impostor como hombre.
No cuentes conmigo mañana,
terminaré por saltar la manía
cuando vengas y yo ya no vaya;
serenaré una muerte nunca demasiado fría.
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